martes, 28 de septiembre de 2010

Colegio Alfonso X el Sabio

Un encuentro que tardó muchos más años de lo que debiera al fin se consumó a través de las nuevas tecnologías. Más de 300 alumnos y profesores del Colegio Alfonso X el Sabio diéronse cita en el edificio de ladrillo visto rojizo del Porvenir -actualmente sede universitaria de EUSA- para rememorar épicos momentos de nuestra infancia y adolescencia entre variopintas generaciones que antaño se formaron. Además de hacer un tour por la añoranza de aquellos pasillos y aulas innumerables de veces frecuentadas -la entrada a secretaría con el escudo corporativo, el salón de actos, la solería y paredes de la escalera principal y el patio donde se ofreció el cocktail fueron principalmente los rincones que dieron el pellizco a la memoria-, tuvimos la enorme satisfacción de departir con compañeros de pupitre y recreo que, en algunos de los casos, hacía más de veinte años que no nos contemplábamos las caritas. Nombres y apellidos, prioritariamente los del 73 aunque extensible a los del 72 y 74 por afinidad etaria, se sucedían en pocas horas en una catarata de anécdotas, recuerdos y palabras emocionadas: los Rivera Fernández, David Garay, Nacho Malibrán, Domingo López, Arturo Estévez, Juan Luis Carmona, Antonio Mondaza, Sara García Osorno, Araceli Castellano, Marta del Castillo, Álvaro Flores, David Méndez, Elena León, Felipe Álvarez de Toledo, Emilio, Álvaro Peñafiel, Elena Ruiz, Fermín Morales, Nacho Durán, Reyes Real, Ana Lola Pérez, Gálvez, Lerín, Dani Ramos, Alemán, Parfonry, Granados, Gonzalo del Valle, Fran Toribio, Mellado, Visuerte, Alejandra, Carrión, Suso, Bermúdez, Gamero, Lissén, Soldado, Herrero, Javi Sáenz, -perdónese el olvido de otros/as en la retahíla-… junto a la nómina de profesores que tuvimos más allá y más acá de la tarima: Nuria, Claudia, Lourdes Cabrera, Juan Huguet, Pilar, Aniceto Sáenz, Juan Vázquez, Ignacio Manzano, etc.; obviamente no estaban todos los que son, se echó en falta a otros personajes de vivencias y aprendizaje pero siempre presentes en nuestro viaje al tiempo pasado.


La historia de la institución docente  -a muchos les sonará las siglas IDAXSA en la camiseta roja de gimnasia- se remonta a su fundación a principios de los 40 en un inmueble medianero al derribado palacio de los Sánchez-Dalp, actual edificio de El Corte Inglés, en la céntrica plaza del Duque, para posteriormente trasladarse a comienzos de los años 60 a la calle Isabela 1 y 3 del barrio del Porvenir. De plazas masculinas y con internado inicialmente, a mediados de los 70 pasó a ser mixto y se suprimieron las matrículas de alumnos internos -aún recuerdo en el pasillo de mis aulas de la última planta somiers y colchones arrinconados y las taquillas metálicas-.

Y allí en la charla animada entre compañeros se agolpaban las imágenes: Los partidos de fútbol en el patio con bolas de tenis o de papel de plata -la imaginación no tiene límites-, el taller de Joaquín, el jardín de infancia, las clases con más de cuarenta alumnos -pedazo de ratio por clase-, el campillo al lado del colegio antes de la transformación urbana, los autobuses del Tabero -la ruta 2 tiene su intrahistoria particular-, la megafonía con aquella voz de “diríjanse a la puerta entrada para formar la fila (bis)” o la estimulante “pueden terminar las clases”, el auditorium o salón de actos con las proyecciones de cine los viernes y las obras de teatro y conciertos, las actividades extraescolares: el centro era principalmente pro balonmano aunque el que suscribe jugó varios años en el equipo de minibasket y baloncesto a las órdenes de Álvaro y Pipi Montero, la Cruz de mayo, los canastos de mimbre del comedor, los boletines manuscritos con las notas -la última etapa eran a color impresas en papel continuo-, las medias vienas de caballa y/o chorizo en el sótano junto al seminario, el gimnasio, la eterna melodía desafinada de las flautas hohner, y miles más... La remembranza de un viejo niño que compartía con otros alumnos aquella amistad pura, verdadera, auténtica, sin intereses.


La velada terminaba pero nos resistíamos a despegarnos de ese patio de sangre y arte derramada que ejercía de imán o fuerza telúrica por lo acontecido décadas atrás, no en vano un jirón de nuestra vida quedó indeleble en aquel lugar  -trece años de alumno imprimen carácter, cuenten desde Preescolar 77-78, los ocho cursos de EGB, los tres de BUP y el COU en el curso 90-91, última promoción para la historia del Centro-. Por ello procuremos que el testigo de la antorcha siga dando lumbre a su recuerdo. Las huestes alfonsíes, una vez más, renovaron el voto perpetuo a la memoria de aquel espacio intemporal, haciendo honor al jeroglífico-acrónimo de la bandera de la ciudad de Sevilla que recogió un sentimiento del ilustrado rey castellano sobre sus nobles súbditos, NO&DO.

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