martes, 1 de mayo de 2012

Paisajes

La excursión festiva nos lleva a redescubrir el interior de la provincia. No hace falta irse tan lejos y cruzar fronteras para hallar lo que está tan próximo. Una villa alfonsí, casi absorbida por la metrópoli pero que aún conserva sus señas de identidad, su rico legado histórico y cultural, sus emotivas vistas y su paisanaje. Bañada por el río Guadaíra y rematada por su castillo vigía posa enhiesta ante la mirada del observador que no extraña otrora fuera lienzo inmarcesible de esa escuela de paisajistas de nombres ilustres como Jiménez Aranda, Sánchez Perrier o Arpa Perea que dieron a conocer internacionalmente este reducto andalusí de ensoñaciones mistéricas, primitivas, casi perdidas, de exotismo orientalizante, de eslabón perdido de los viajeros románticos decimonónicos. La de los molinos harineros, de quejío hiriente y flamenquería, sus inconfundibles pinares y canteras de albero siguen dando luz al terruño andaluz. Qalat Wadi ira, más allá de la belleza interior.

El tren de los panaderos partió de la estación de la memoria para surtir nuevamente a la ciudad universal y traernos ese olor penetrable de la masa horneada al calor de los recuerdos.