sábado, 18 de abril de 2020

Garden City Santa Clara

La extensa avenida sevillana bautizada con el nombre de Kansas City denota ya de entrada los lazos de unión con el pueblo norteamericano. Un testigo de bronce, con la figura de un indio sioux a caballo oteando en lontananza la fábrica de la Cruzcampo para refrescarse del tórrido solano con una rubia, así lo reafirma -esta escultura Indian Scout, obra de Cyrus Edwin Dallin, fue expuesta en el Pabellón de Estados Unidos de la Exposición Universal de 1992 de Sevilla con motivo del 25 aniversario del hermanamiento entre ambas ciudades, producido oficialmente en 1969-. Este romance amoroso comenzó mucho antes, en 1922, cuando el promotor inmobiliario J.C. Nichols quedó prendado de Sevilla y terminó por construir en USA el centro comercial Country Club Plaza, en el que edificó una réplica de 42 metros de la Giralda y de la plaza Virgen de los Reyes. Otra curiosidad más, ¿por qué los recientes ganadores de la Super Bowl, los Kansas City Chiefs, llevan en su indumentaria los colores rojo y blanco y unos ribetes rojo y amarillo como nuestra bandera nacional? ¿Casualidad? Pero volvamos al tema principal que nos trae causa, decía que al final de la avenida de Kansas City hispalense, y antes de encarar la A-4 hacia el aeropuerto, pasado el Polígono San Pablo y alcanzados los terrenos de la antigua fábrica de Coca-Cola -otro guiño más- existe un núcleo residencial que testimonia hace un tiempo no muy lejano la presencia norteamericana en la intrahistoria de Sevilla. El barrio de Santa Clara.


Si mencionamos “Garden City”, no hablamos precisamente sobre la ideal Ciudad Jardín de Nervión concebida por Aníbal González bajo el sello de la Exposición Iberoamericana del 29. Y si decimos “Santa Clara”, podríamos aludir al mítico convento y calle emblemática próxima a San Lorenzo, la calle San Vicente y los Hércules de la Alameda; pero no, en este caso, su lejanía con el casco histórico hace que en esta hora reparemos en lo que pudiera ser a finales de los cincuenta de la pasada centuria, por el natural influjo yanqui de sus costumbres, un escenario de película o serie estadounidense, con chalets y amplios jardines de césped con linderos delimitados por setos en los que disfrutar barbacoas con cervezas en lata o de árboles decorados en Navidad, campos de baseball, el blue bird bus recorriendo su entorno para transportar a la comunidad con la base aérea, coches Cadillac, Chevrolet, Dodge y Ford Mustang aparcados, los discos vinilos con sus equipos Hi-Fi, los jeans y toda la estética personal de las producciones cinéfilas hollywoodienses -incluso trajeron en sus mudanzas las cucarachas rubias en el mobiliario de sus anteriores destinos como Hawai, el sudeste asiático u Oriente Medio-

Se trata de Garden City Santa Clara de Cuba, conocido antiguamente como “el barrio de los americanos”, una especie de gueto independiente del Consistorio hispalense y el Gobierno Civil. Mundos paralelos en distintas coordenadas espacio-temporales. Garden City para los yanquis, Ciudad Jardín Santa Clara para los autóctonos.



Debido a la proximidad de la Base Áerea de San Pablo -más alejada quedaba la de Morón-, a mediados del siglo XX las Fuerzas Aéreas de EE.UU. construyeron esta zona residencial, llamada así en honor a la ciudad de Santa Clara, capital de la provincia cubana de Las Villas, para el alojamiento del personal militar norteamericano y sus familias. Un oasis autogestionado al margen del día a día del nacional-catolicismo español imperante. Aunque este radio de acción, por falta de espacio para su personal, con el tiempo se amplió a alquileres y propiedades de casas en la Huerta de Santa Teresa -entre la C/. Luis Montoto y la Avda. de El Greco-, por lo que provocó mayor convivencia e integración con la población sevillana.



Santa Clara fue un diseño arquitectónico -lo hicieron en forma de pistola para que el que entrara de fuera no supiera salir- con más de 400 viviendas de siete tipologías distintas a la medida de la jerarquía castrense de la US Army, desde sargentos a coroneles, que el gobierno estadounidense, en aplicación del convenio suscrito por Franco con Eisenhower en época de guerra fría, propició a los militares de las bases aéreas de San Pablo y de Morón de la Frontera -Rota en la provincia gaditana-. El gobierno norteamericano le encargó la construcción de la barriada a una empresa socialmente radicada en Jerez cuyo gerente, Enrique Fernández de Bobadilla, da nombre a la plaza del actual centro comercial de la zona residencial. Este proyecto lo acomete desde un principio la entidad mercantil Urbanizadora Santa Clara, S.A., procediendo a la compra, divisiones y agrupaciones de diversas fincas: Cortijo Calonge y Ramírez, Redondelas, Sabayuela, Buena Esperanza y Huerta de los Ingleses, que dieron lugar, y mediante escrituras de fecha 11 de diciembre de 1.957, a una finca de unas 80 hectáreas que comprendían los terrenos descritos.



Actualmente se mantiene la estructura de muchas de sus calles donde quedan algunos vestigios de esta typical small town. En su principal vía de acceso, la avenida de Las Villas de Cuba, se conserva aún un plano-azulejo donde ver el nombre en ambos idiomas -Garden City Santa Clara (Ciudad Jardín Santa Clara)- y la limitaciones de velocidad en millas y en kilómetros por hora -recomendamos un detenido análisis y observación del plano cerámico para ver la tipología de las casas y el planeamiento urbano-. Las calles no tenían nombre, solo eran siglas de letras y números ( D8A, N4B, …). Por la procedencia de sus fundadores fue proclive que las calles fueran rebautizadas a su marcha con nombres de exploradores, misioneros y colonizadores de tierras norteamericanas. Pasear por este barrio es caminar por la historia colonial de Norteamérica.  Misioneros y conquistadores pueblan sus calles: Fray Marcos de Niza, Juan Ponce de León, Fray Francisco de Pareja, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Fray Junípero Sierra, etc., son solo algunos ejemplos de este cachito de historia estadounidense que aún late en la capital hispalense.


En la Garden City Santa Clara, donde las señales de tráfico indicaban las millas por hora y se jugaba al béisbol en “la pradera” -hoy el parque del barrio, en el plano se rotula Base Field-, aún laten restos de otra época, como el colegio San Agustín -la School-, en cuyas puertas se pueden leer los nombres en inglés de antiguos alumnos; en éste se oficiaban misas católicas y protestantes según las creencias. Santa Clara, con profundas transformaciones en el caserío, todavía sigue evocando su urbanización primigenia. Vías estrechas de doble sentido, con apenas acerado, e incluso postes de madera con cableado.


En los años setenta del pasado siglo las bases se fueron desmontando o compartiendo su uso con el gobierno español y los militares volvieron a sus lugares de origen por lo que ese espacio material e inmaterial de los Estados Unidos fue alquilado o adquirido por los sevillanos de la transición democrática. Esta zona restringida y controlada por la eficacia de la policía militar yanqui desapareció -antes cualquier extraño a ella era invitado amablemente a abandonarla- por lo que comenzaron inconvenientes de inseguridades provocando que los setos fueran sustituido por muros y las casas se pertrecharan de puertas de hierro y rejas; aquel remanso urbanizado made in EEUU gradualmente se transformó por la influencia local, pero también pasó de estar aislado en el extrarradio de Sevilla a estar ahora integrado y próximo a zonas comerciales importantes y muy bien comunicada al exterior con otras provincias andaluzas -Cádiz, Huelva, Granada, Córdoba- por la A-4 y la SE-30, y al interior por las avenidas de Kansas City y de Montes Sierra -la antigua Carretera Amarilla-.  En un relajado paseo por sus calles aún se aprecia ese halo de carácter residencial distinto y apacible que nos dejó la huella americana de sus pretéritos moradores.

viernes, 3 de abril de 2020

El camino más corto

Revisar esa joya cinematográfica producida por Juan Lebrón en el año de la Exposición Universal es evocar el poema "El rito y la regla" de Rafael Montesinos que concluye:

"...Hoy la memoria escoge
el camino más corto para herirme."

Foto: Manu Gómez













Por todo lo que fue y lo que este año no será. Lo define certeramente Carlos Colón, quien guionizó aquel metraje eterno: "Resucitan las memorias. Una pasión compartida y transmitida de padres a hijos liga a los vivos y a los muertos y a estos con los que aún no han nacido. Estamos en Sevilla, y es Semana Santa".

Los vencejos se colaron por mi balcón dibujando surcos rectos sobre renglones torcidos, la Esperanza responde a esa llamada proclamando que resta menos de trescientos sesenta y cinco días para que de nuevo estalle primavera en nuestras vidas.