martes, 28 de junio de 2016

Growth

La imagen, realizada en la década de los cincuenta, es reveladora del crecimiento y transformación que experimentó el barrio sevillano de Nervión para llegar a nuestros días. Topónimos como la Calzada, la Viña, San Bernardo, la Buhaira, Gran Plaza o Ciudad Jardín aún conviven en un distrito que convirtió pequeños y familiares arrabales históricos, establecimientos fabriles y antiguas huertas en una de las zonas residenciales y empresariales más importantes de la ciudad y actual corazón geográfico de la misma.

En la parte central de la foto, en los terrenos de la Huerta del Rey, aparece la vista aérea del edificio del Colegio Portaceli, una institución docente ejemplar en Sevilla encargada de formar a múltiples generaciones y que aún persevera extraordinariamente su labor de magisterio. En 1928 la Compañía de Jesús compró las 28 hectáreas que lo rodean pero no se inauguró hasta 1950 parcialmente y hasta 1956 no fue terminado según proyecto de Antonio Illanes del Río.

La parte inferior de la imagen nos dibuja, aún perviven, los cimientos de la planta de un proyecto faraónico de Aníbal González, la Basílica de la Inmaculada Milagrosa, una colosal catedral neogótica de más de 100 metros de altura en sus torres que durmió el sueño de los justos tras la muerte del afamado arquitecto regionalista en 1929. A su izquierda el palacio de la Buhayra, reverberación de la residencia extramuros de los califas almohades de huertas exóticas y gran alberca, cuya recreación visible en forma de pabellón neonazarí de 1891 -hoy Centro Cívico- con su otrora y todavía perceptible sombreada inscripción “María de los Ángeles” -Medina Garvey- alude a su pasada pertenencia a la casa ducal de Medinaceli.

En la parte superior derecha se observan los pisos promovidos por la Diputación Provincial junto al “Viejo Nervión”-actual cuadrícula que ocupan Nervión Plaza, Edificio Galia Nervión y Novotel Sevilla Marqués del Nervión-, antiguo y célebre campo de juego y testigo de gestas del Sevilla F.C. hasta la construcción en la parcela anexa posterior del Estadio Ramón Sánchez-Pizjuán inaugurado en 1958. 

La parte superior izquierda de la foto nos muestra importantes complejos fabriles como la Fábrica de Envases Metálicos -la fábrica de latas conocida popularmente- situada en la Huerta de Las Palmas cuyo lugar lo ocupa en la actualidad un parque y el I.E.S. Luca de Tena, frente al solar de las Religiosas de la Caridad del Buen Pastor -actual Colegio- . Más a la izquierda la Carpintería de Manuel Casana, pujante fábrica de madera -IKEA local de la época-, con gran participación en la Exposición Iberoamericana de 1929 y ventas a nivel nacional hasta finales de los cincuenta que languideciera. Y por último apunta la imagen, las naves de El Progreso Industrial (1927, Antonio Arévalo Martínez), la mayor fábrica de hielo, gaseosas, agua de seltz y jarabes en aquellos tiempos y posteriormente de refrescos tras adquirirla La Casera, cuya fachada regionalista a la calle Luis Montoto todavía avisa de su pasado; justo a continuación de ésta se vislumbra en la Huerta del Cortijuelo, hoy terrenos donde se alza el Hotel Meliá Lebreros, los almacenes de aceites y cereales de García Longoria y Cía construidos sobre planos de Vicente Traver.

Un guiño al proceso de transformación de un tiempo pretérito para conocer más a fondo nuestra identidad con el espacio que habitamos, nuestro barrio de Nervión.

viernes, 24 de junio de 2016

El eco del son



Día de San Juan, hoy me acordé de ti. Aquel cahíz de tierra me cautiva aunque algunos se empeñen en desgajarla. Hay mucha más sensibilidad que nos une, que lo que nos separa. Nada más llegar percibo el saludo amable de su brisa mediterránea que trae el mensaje de emprendedores venidos del otro lado de la mar océana, y hasta su bochorno me parece agradable. Solo quiero, desde esa atalaya amiga que me acoge, contemplar la naturaleza circundante desde la montaña cercana hasta el mar que se divisa al fondo del paisaje y su noble paisanaje, oler la tierra y degustar sus exquisitos productos payeses, el pescado más que fresco recién traído por la pescatera amiga y todas las generosas viandas del terruño con las que nos obsequiáis entre conversaciones relajadas sobre lo humano y lo divino. Y siempre presente en mi vista el promontorio rocoso del “castillo” -guardián de la memoria de la costa de acantilados, calas y paseos en barca- cuya estelada impuesta que lo corona se pierde en la noche de un mar de estrellas que se divisan desde aquella terraza, mi terraza en aquel paraíso interior. 

No creáis descortesía en no acudir a vuestra solícita invitación anual, me gusta darle distancias a las cosas para apreciarlas mejor. Por siempre, mi gente agradecida que guarda celosa en un cofrecito vuestro cariño y vuestro recuerdo.