martes, 9 de agosto de 2011

Romeros

Esta vez trocamos la capa de arena fina del litoral por otra más densa, el salitre de la mar por la retama interior, las viñas, los pinares y el eucaliptal jalonando nuestra senda. Como cada año, y ya vienen siendo algunos, cumplimos el ritual consuetudienario del primer sábado de agosto cuando unos cuantos iniciamos nuestro caminar a las 23.00 h. desde Manzanilla hasta la aldea del Rocío para completar casi cuarenta kilómetros y alcanzar la ermita junto a la marisma sobre las 8.00 h. con el sol desperezándose.

Este arduo peregrinaje a pie con un palo de eucalipto coronado con una mata de romero da para mucho, un rato de grata convivencia que supera cualquier fatiga -si no está el remolque atrás que atiende la debilidad-; en una noche en el camino se habla de lo cotidiano, de lo difícil que lo tienen la gente del campo, de los vinos del Condado, del fútbol, del cante y los artistas, de caballos y galgos, de la economía, de la familia, … de lo humano y lo divino, hasta te da lugar en esa calma estrellada de la noche a ordenar una mijita tus ideas de lo recorrido y a dónde quieres llegar en lo que nos falta. Puro ciclo vital.

Cuando nos hemos querido dar cuenta el amanecer nos acaricia la cara ya mudada por el cansancio pero feliz por lo logrado. Niebla nos ha acompañado el último tramo desde Almonte para concelebrar nuestro gozo ante los ojos de Ella. La reflexión es bien sencilla, ¿sería tan complicado trasladar estas vivencias compartidas a la vida real?, si en definitiva al cajón de pino nos iremos desprovistos de todo. Una noche en el camino da para mucho, incluso para retratar una vida.

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