miércoles, 25 de febrero de 2009

Ceniza de ramos de olivo



Cuarenta días para el Domingo luminoso como el que pregona aquel vástago penitente que luce la Giganta en el bronce de su palma. Ella es la Fe inmarcesible que grita a los cuatro vientos del cielo sevillano.

Tiempo de reflexión, de preparación del espíritu y de transformación.

Disfrutemos este tempus fugit, que indefectible se nos escapa in ictu oculi, pero que deja un poso de deleite para los sentidos: la luz dorada en las candelerías, el sabor a melaza del obrador conventual, la seductora caricia de la Esperanza por lo que ha de llegar, la nota interior de su sinfonía cofradiera, el aroma evanescente de sus céntricas plazas. Y Dios.

Atravesemos el cancel que araña la memoria sin olvidar quia pulvis es et in pulverem reverteris. El tiempo y la ciudad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario