Día de San Juan, hoy me acordé de ti. Aquel cahíz de tierra
me cautiva aunque algunos se empeñen en desgajarla. Hay mucha más sensibilidad
que nos une, que lo que nos separa. Nada más llegar percibo el saludo amable de
su brisa mediterránea que trae el mensaje de emprendedores venidos del otro
lado de la mar océana, y hasta su bochorno me parece agradable. Solo quiero,
desde esa atalaya amiga que me acoge, contemplar la naturaleza circundante
desde la montaña cercana hasta el mar que se divisa al fondo del paisaje y su
noble paisanaje, oler la tierra y degustar sus exquisitos productos payeses, el
pescado más que fresco recién traído por la pescatera amiga y todas las generosas
viandas del terruño con las que nos obsequiáis entre conversaciones relajadas
sobre lo humano y lo divino. Y siempre presente en mi vista el promontorio
rocoso del “castillo” -guardián de la memoria de la costa de acantilados, calas
y paseos en barca- cuya estelada impuesta que lo corona se pierde en la noche
de un mar de estrellas que se divisan desde aquella terraza, mi terraza en
aquel paraíso interior.
No creáis descortesía en no acudir a vuestra solícita
invitación anual, me gusta darle distancias a las cosas para apreciarlas mejor.
Por siempre, mi gente agradecida que guarda celosa en un cofrecito vuestro
cariño y vuestro recuerdo.
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